3 de octubre de 2014

La Leyenda del Caballero Seductor



Cuentan que en el S. XVII un terrible Dragón habitaba en las alcantarillas cercanas a la Seu y la Portella palmesana. Se trataba de un feroz Dragón que salía de noche a cazar para alimentarse, causando el pavor entre el vecindario.

También cuentan las crónicas de la época, que un apuesto militar, el Capitán Coch salió en su busca y tras una encarnizada lucha logró matarlo. Tal proeza no pasó desapercibida para las damas de la zona y el Capitán Coch,  tras regalarle la cabeza del Dragón embalsamada a una de ellas (que ya son cojones), la desposó, al poco tiempo.
Esta heroica leyenda de apuestos caballeros, feroces dragones y bellas princesas sería perfecta pero…es completamente falsa!

La verdadera historia nos habla de un Dragón, pero no de esos que salen a matar niños imberbes en las frías noches, no. Este Dragón era muy asustadizo y tuvo la mala fortuna de ir a parar de bruces con uno de los vecinos de la zona más feos jamás conocido. El Capitán Coch era lo más feo que ha parido madre, para que el lector se haga una idea debe saber que era tan feo que su madre, al parirlo, lo confundió con la placenta. De hecho su nombre era una abreviación de cochino, pues su parecido con los gorrinos de granja era sensacional.
Podéis imaginaros la infancia que pasó nuestro protagonista, pues todos sabemos lo crueles que pueden llegar a ser los niños. Su juventud no fue mejor. Sus amigos sacaban gran provecho a los uniformes militares llevándose al catre a cantidad de hembras que deslumbradas por las medallas sucumbían al sexo sin desenfreno mientras el Capitán Coch, solitario, debía ahogar sus penas en alcohol convirtiéndose en un precoz borracho.
Una de esas noches en que ciego perdido y envalentonado por los piques de sus compañeros y, en gran medida, por las burlas que estos le propinaban, se lanzó a la caza del Dragón.
Se encontraron frente a frente y el pobre Dragón al ver tal deforme y repugnante ser, echó a correr. Pero cuando uno nace estrellado no tiene nada que hacer y el Dragoncillo tropezó abriéndose la crisma por tres lados. Por supuesto, el Capitan Coch contó todo tipo de batallitas y mentiras granjeándose la conocida fama de valiente y astuto. Contó que tuvo que atravesar al Dragón con su afilada espada tras una dura lucha cuerpo a cuerpo.
Lo que realmente quería nuestro querido Capitán era pillar cacho. Lo que fuera, guapa, fea, gorda, le daba igual. Y lo consiguió. Una muchacha de la zona, no muy agraciada cabe decir, embelesada por la sarta de mentiras, cayó rendida a sus pies y sin saberlo, pasó a ser parte de la historia más reciente de Mallorca. Se convirtió en la señora de Coch y por supuesto el Dragón quedó expuesto en la entrada de su casa, como quien pone la foto del hijo que se ha ido a la mili, bajo un letrero que anunciaba: El Drac de na Coca, cazado en na Portella por el valeroso Capitán Coch en el año tal y bla bla bla.

Deben saber nuestros lectores que el Drac de na Coca actualmente aún puede verse en la ciudad de Palma, pues tras una serie de peripecias ha acabado en el Museo Episcopal de la ciudad y si algún día el lector tiene a bien visitarlo podrá comprobar cómo la cara de espanto con la que murió el Dragón se debe, sin duda, a una visión espeluznante, a la visión más terrorífica que uno pueda imaginarse y no a una lucha encarnizada con un valeroso caballero.

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