12 de agosto de 2015

La coyuntura exterior de los mercados emergentes.


Hace ya algunos meses se oye hablar  de manera permanente y abusiva de los mercados emergentes de nuevo cuño; la economía mundial, siempre cambiante e indomable, nos tiene acostumbrados a periodos de tumbos inesperados mezclados con largas travesías en un infinito desierto a modo de balsa de aceite.


Nadie podrá afirmar, estando en su sano juicio, que no se han dado  muestras suficientes y palmarias de los devenires pasados, presentes y futuros de los desarrollismos en materia de mercancías, importaciones y otras transacciones mundiales. Si el mercado (y los mercados) de este tipo se han descontrolado y han pasado a manos demasiado visibles y transparentes no ha sido por culpa del llamado primer mundo; no podemos decir que se hayan dejado al azar cuestiones tan importantes como estas que estamos tratando aquí.
El perfil del nuevo desarrollista es más rápido, eficaz y certero que al que estamos todos acostumbrados. Es imprevisible, es muy negociador y se adapta rápidamente a mercados y transacciones de tipos muy dispares. Inversores y comerciales de esta envergadura -siempre me ha gustado mucho esta palabra- son agentes y mecanismos nuevos que no han hecho más que asomar su nariz para olisquear el medio en el que se van a mover durante los próximos años, pero no por ello dejan de ser un sector que tendrá capital importancia en próximas aperturas de mercados.
Nada nos hace pensar en futuros traslúcidos ni simples, pero tampoco en selvas tupidas y matojos descontrolados; todo lo contrario: todo parece indicar que los próximos movimientos están más cercanos a semejarse a la trayectoria de una voraz y mortífera pero lenta y analítica serpiente de vivos colores.
Como saben los que me leen desde hace ya años no soy persona de llamar la atención innecesariamente; nadie me considerará nunca un alarmista o un exagerado -no cabe recordar aquí mi amargo enfrentamiento con el profesor Nouriel Roubin del que se extrajeron conclusiones aceleradas por parte de muchos- pero hoy debo llamar la atención sobre las coyunturas que nos están cubriendo el soleado cielo de primavera en el que muchos creen que nos estamos bronceando suavemente.
Sabemos que la voracidad de la economía actual será siempre selectiva y adaptativa; sabemos que no disponemos todavía de mecanismos de aviso suficientemente claros y seguros; y, sabemos también, que las familias no siempre estarán dispuestas a subirse al carro de un desarrollismo genérico de largo recorrido. Por ello son importantes estos avances recientemente descubiertos y aquí expresados para que sean debatidos y alertados.
Como de costumbre, querido lector, quedo a su disposición. Y recuerde siempre donde lo leyó primero.