2 de septiembre de 2014

¿Caracoles u ostras, Sr. Flynn?

En la foto, y con cara de borracho, el tercero, abajo, por la izquierda. Santa Margarita, abril 1959.

Aunque “Espartaco”, de Kubrick, me parece un tostón larguísimo, tiene momentos interesantes. Me quedo con aquél del jacuzzi en el que Sir Laurence Olivier se le insinúa a Curtis con aquello de que “me gustan tanto las ostras como los caracoles”.
A buen entendedor, sobran las palabras.

La de hoy me la contó Madó María, posadera de una gran finca de sesenta y ocho hectáreas sita en la inhóspita Son Serra de Marina, una llanura enclavada en el término municipal de Santa Margarita. ¿Año? Cincuenta y nueve, más o menos. En esa época, la joven pero ya rutilante estrella de Hollywood Erroll Flynn, solía dejarse caer por Mallorca para hallar la inspiración que se le negaba en ultramar. Bueno, más que inspiración lo que buscaba eran respuestas a sus paranoias existenciales. Se decía, y de hecho aún se dice, que Flynn no tenía claro si consideraba más jugosas las ostras o los caracoles. Hoy en día no es que el debate dé para mucho recorrido, pero situándonos a mitad del siglo pasado la cosa tenía miga. Su imagen, su caché, su estrellato, su carrera, su futuro, dependían de si Erroll prefería proyectarse como devorador de carne o, por el contrario, arrimarse a la ortodoxia e inclinarse por el marisco.  

Cuando supo a ciencia cierta que Madó María era de fiar, Erroll le contó su dilema. ¿Caracoles u ostras?, le repetía Erroll en cada ocasión en la que conversaban, ¿caracoles u ostras, María?

Madó María, harta del yankee, cortó por lo sano: “tú mismo, Erroll, pero en Mallorca no tenemos ostras. Aquí, como mucho, conejos”.

Como Errol se caracterizaba más por su bigotillo que por su inteligencia, quiso disipar las dudas y reunió a todo el grupeto de la foto para dar fe de su decisión:

Conejo.

Con el tiempo, Erroll se aficionó a todo tipo de manjares y los consejos de Madó María se diluyeron en la Tramuntana que, implacable, casi siempre azota por estos lares.

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