En la foto, y con cara de borracho, el tercero, abajo, por la izquierda. Santa Margarita, abril 1959.
Aunque “Espartaco”,
de Kubrick, me parece un tostón larguísimo, tiene momentos interesantes. Me quedo con aquél
del jacuzzi en el que Sir Laurence Olivier se le insinúa a Curtis con aquello de
que “me gustan tanto las ostras como los
caracoles”.
A buen entendedor,
sobran las palabras.
La de hoy me la
contó Madó María, posadera de una gran finca de sesenta y ocho hectáreas sita en la
inhóspita Son Serra de Marina, una llanura enclavada en el término municipal de
Santa Margarita. ¿Año? Cincuenta y nueve, más o menos. En esa época, la joven pero ya rutilante estrella de Hollywood Erroll
Flynn, solía dejarse caer por
Mallorca para hallar la inspiración que se le negaba en ultramar. Bueno, más
que inspiración lo que buscaba eran respuestas a sus paranoias existenciales. Se
decía, y de hecho aún se dice, que Flynn no tenía claro si consideraba más
jugosas las ostras o los caracoles. Hoy en día no es que el debate dé para mucho
recorrido, pero situándonos a mitad del siglo pasado la cosa tenía miga. Su
imagen, su caché, su estrellato, su carrera, su futuro, dependían de si Erroll prefería
proyectarse como devorador de carne o, por el contrario, arrimarse a la
ortodoxia e inclinarse por el marisco.
Cuando supo a
ciencia cierta que Madó María era de fiar, Erroll le contó su dilema.
¿Caracoles u ostras?, le repetía Erroll en cada ocasión en la que conversaban, ¿caracoles u
ostras, María?
Madó María,
harta del yankee, cortó por lo sano: “tú mismo, Erroll, pero en Mallorca no tenemos ostras. Aquí, como
mucho, conejos”.
Como Errol se
caracterizaba más por su bigotillo que por su inteligencia, quiso disipar las
dudas y reunió a todo el grupeto de la foto para dar fe de su decisión:
Conejo.
Con el tiempo, Erroll se aficionó a todo tipo de manjares y los consejos de Madó María se diluyeron en la Tramuntana que, implacable, casi siempre azota por estos lares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario